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Inversiones con impacto: ¿Pueden las empresas contribuir a la conservación del medio ambiente?

Las estrategias de compensación y mitigación de la huella ambiental permiten mejorar el entorno al tiempo que facilitan el crecimiento sostenible de la empresa y su alineamiento con los intereses de sus grupos de interés.

Reportaje
Por Ramón Oliver
08 Abr 2024

Desde hace unos años, los llamados criterios ASG (Ambientales, Sociales y de Buen Gobierno) están marcando una nueva pauta en el destino que los inversores, tanto particulares como institucionales, dan a sus recursos financieros. Y es que apoyar proyectos que contribuyan a la sostenibilidad desde la economía se ha convertido en uno de los grandes motores del cambio de paradigma en el que se ha embarcado la humanidad a consecuencia de la crisis climática. 

Fruto de ese cambio de modelo, las empresas están focalizando sus esfuerzos en alinear sus estrategias y objetivos económicos a los intereses generales, buena parte de los cuales pasan por asegurar un planeta sostenible y habitable para las generaciones venideras. Para Sébastien Pellion, director de Impacto Social y Sostenibilidad de Glovo, el cuidado del medioambiente es totalmente compatible con la actividad empresarial. “Los programas de sostenibilidad no solo ayudan a superar retos medioambientales, sino que también son buenos para los negocios si estos están bien integrados con la actividad empresarial”, asegura. La empresa tecnológica creó en 2019 un equipo de Impacto y Sostenibilidad precisamente con la idea de unificar sus objetivos de negocio con sus actividades en el terreno de la sostenibilidad. “De esta manera, se crean proyectos que no solo sean positivos para la compañía, sino también para los stakeholders impactados, además de obligar a los diferentes equipos a ejercer mejores prácticas empresariales y a ser más eficientes en las operaciones y la gestión de los recursos”, expone. 

Sébastien Pellion: “Los programas de sostenibilidad no solo ayudan a superar retos medioambientales, también son buenos para los negocios si están bien integrados con la actividad empresarial”

Bonos de carbono

En esa búsqueda de alineamiento entre negocio y entorno, uno de los objetivos prioritarios para cualquier empresa es reducir su huella de carbono. Este indicador mide la cantidad de gases de efecto invernadero (GEI), principal factor contaminante y detonante del calentamiento global, que una organización o individuo emite por efecto directo o indirecto de sus actividades. 

Distintas estrategias contribuyen a la consecución de esa meta, algunas de ellas de manera directa, con medidas destinadas a reducir las propias emisiones, como puede ser el cambio a fuentes de energía limpia. En otras ocasiones, esas medidas son menos obvias y se materializan a través de fórmulas más imaginativas que no se operan desde las fábricas, almacenes o centros de trabajo, sino sobre los parqués de los mercados financieros o incluso sobre el terreno de bosques, playas y entornos naturales. 

Es el caso de las llamadas estrategias de compensación; es decir, inversiones en proyectos ajenos a la propia actividad empresarial pero que sí tienen la capacidad para generar soluciones que mejoran el medioambiente. Estas inversiones sirven para neutralizar aquellas emisiones nocivas que las empresas no pueden evitar realizar como consecuencia de su actividad. Su objetivo final es ayudar a la empresa a convertirse en una entidad neutra en carbono, con un balance neto de emisiones igual a cero.

Una de las estrategias de compensación que más ha crecido en los últimos años es la emisión de los llamados bonos o créditos de carbono. “Los créditos de carbono son uno de los tres mecanismos propuestos en el Protocolo de Kioto (1997) para la reducción de gases de efecto invernadero. Están diseñados para aquellas compañías que generan más emisiones de las que les corresponderían y consisten en pagar una tarifa -o comprar créditos- de otra empresa que tiene exceso de capacidad, o que no está utilizando toda su asignación de carbono”, explica Alberto Andreu Pinillos, director ejecutivo del Master de Sostenibilidad de la Universidad de Navarra.

Estos bonos son emitidos por distintas organizaciones que cuentan con proyectos que, o bien capturan o bien evitan que se emitan a la atmósfera gases de efecto invernadero. Para que estos proyectos puedan convertirse en bonos de carbono comercializables, antes deben ser certificados por normas internacionales, como el Verified Carbon Standard (VCS), y auditados por terceras partes independientes que garanticen la validez, transparencia y trazabilidad de los mismos. 

Una de las estrategias de compensación que más ha crecido en los últimos años es la emisión de los llamados bonos o créditos de carbono

¿Cómo se miden los bonos de carbono?

Un bono de carbono representa una tonelada de dióxido de carbono evitada o absorbida. Dichos bonos están normalmente asociados a proyectos que operan dentro de los campos de la reforestación/conservación forestal, energías renovables, eficiencia energética o tratamiento de residuos y pueden ser adquiridos tanto por empresas de todos los sectores y tamaños como por particulares – el grupo Coldplay apoya proyectos de reforestación y otras medidas de sostenibilidad para compensar la huella de carbono de sus giras – en un mercado que es cada vez más accesible y sencillo de operar.

“El mercado voluntario de carbono se valoró en 2.000 millones de dólares en 2021 y los expertos del sector esperan que se multiplique al menos por cinco, hasta situarse entre 10.000 y 60.000 millones de dólares en 2030”, apunta el profesor Andreu. Este experto también subraya una tendencia en los mercados hacia un aumento en la demanda de créditos de carbono más caros y de mayor calidad. “Esto sugiere que las empresas están dispuestas a pagar más para garantizar la integridad de la oferta”, indica.

Alberto Andreu: “El mercado voluntario de carbono se valoró en 2.000 millones de dólares en 2021 y los expertos esperan que se multiplique al menos por cinco”

No falta quien critica la figura de los bonos de carbono porque entienden que con ellos las empresas solo maquillan sus datos, pero sin llegar a transformar sus modelos de producción para reducir efectivamente las emisiones. En cambio, Alberto Andreu destaca que recientes investigaciones indican lo contrario. “Un estudio realizado por Ecosystem Marketplace ha demostrado que las empresas que más recurren a este instrumento están reduciendo sus propias emisiones más rápidamente que sus pares, divulgan con más frecuencia y son más transparentes en sus informes”.

Los bonos de carbono son, sin embargo, solo un recurso más dentro de la amplia gama de estrategias que una empresa puede seguir para acercarse a la neutralidad de carbono. Sébastien Pellion, de Glovo, recomienda a las empresas avanzar en su compromiso mediante una estrategia de tres pasos: “El primero es medir su impacto en los diferentes scopes (ámbitos). En segundo lugar, una vez saben de dónde vienen sus emisiones, han de trazar una hoja de ruta realista y a la que se pueda rendir cuentas con facilidad para reducirlas lo máximo posible. Por último, la compensación de emisiones entraría como una herramienta adicional para todo aquello que uno mismo como empresa no pueda llegar a corregir”. 

Los bonos de carbono también se integran dentro una categoría de inversiones destinadas a mejorar el entorno. En Glovo, estas inversiones con impacto se canalizan a través de su Impact Fund, una iniciativa única en la industria donde un pequeño porcentaje del beneficio de cada pedido va dedicado a financiar proyectos de Impacto y Sostenibilidad. El sistema “garantiza financiación para nuestros proyectos de medio ambiente y sostenibilidad, además de permitir que cuanto más crezca Glovo, mayor sea el impacto positivo que podamos generar”, subraya Pellion.

Los bonos de carbono se integran dentro una categoría destinadas a mejorar el entorno. En Glovo, estas inversiones con impacto se canalizan a través de su Impact Fund

Proyectos para la comunidad

Glovo, ha invertido más de 5 millones de euros en proyectos de Impacto y Sostenibilidad desde el año 2021 desde que se creó Impact Fund. Unas inversiones que en este 2023 han ascendido a más de 400.000 euros. “Actualmente, nuestro objetivo principal es invertir en capital natural en los países en los que estamos presentes, ya que creemos que el impacto ha de ser local para que pueda actuar sobre problemas concretos, tanto ambientales como sociales, de esa ciudad o territorio”, destaca este especialista. Otros criterios que la compañía tiene en cuenta a la hora de elegir los proyectos en los que invierte son su impacto y su escalabilidad. “Queremos proyectos que puedan crecer, porque cuanto más lo hagan, mayor será el impacto que generen”, argumenta Pellion.

Dentro de esas estrategias, la empresa ha puesto en marcha junto a la Fundación Tierra Pura un ambicioso proyecto de reforestación de una zona forestal de Pontevedra que resultó calcinada debido a una mala praxis. La iniciativa permitirá regenerar los ecosistemas autóctonos en una zona que sufrió uno de los incendios más grandes de la historia de Galicia. Para el director de Impacto Social y Sostenibilidad de Glovo, una de las fortalezas del mismo es el hecho de que cuenta con el apoyo activo de las comunidades locales. “Serán los propios vecinos quienes ejecuten un proyecto que apuesta por la reforestación autóctona como la mejor barrera natural frente a posibles futuros incendios”, indica.

Tras compensar sus emisiones en operaciones en 2021 y en toda la cadena de valor en 2022,  el pasado año 2023 Glovo dio un paso más en su estrategia sostenible a largo plazo. Para ello, la compañía ha decidido dejar de adquirir créditos de carbono asociados a proyectos realizados en años anteriores para centrarse en iniciativas que se estén desarrollando en la actualidad y con impacto directo en países en los que actúa. Es, por ejemplo, el caso de Tierra Pura, primer proyecto de reforestación de España que pretende verificar estos créditos de carbono por el estándar internacional VCS. “Con este proyecto, vamos a reforestar una zona de Galicia con flora autóctona en colaboración con las comunidades locales. De esta forma, aseguramos que el bosque va a estar vivo durante los próximos 45 años y alcance la madurez suficiente para autoabastecerse por sí solo en el futuro, logrando una protección natural y económica en las zona”, explica Sébastien Pellion.

La huella de carbono de Glovo

En 2019, año en el que Glovo comenzó a medir su huella de carbono, la compañía se marcó unos objetivos de reducción de emisiones claros y medibles para la misma de cara a 2030. En 2021 esos objetivos obtuvieron la validación por parte la de Science Based targets Initiative (SBTi), siendo la primera empresa del sector en lograrlo. Éstos son:

  • Conseguir que el 92% de pedidos se entreguen con envases sostenibles.
  • Que el 67% de los pedidos se entreguen en vehículos sin emisiones.
  • Que el 30% de los pedidos estén agrupados en el mismo envío.
  • Que un 10% de pedidos sean sociales (relacionados con proyectos contra el desperdicio alimentario y la ayuda social).
  • Que el 100% de los centros de la compañía operen con energía renovable.

La consecución de estas metas supondrá que la empresa reduzca en un 42.12% sus emisiones totales de CO2 en 2030.